Real
e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, María
Santísima Nazarena y San Bartolomé.
Cordoba
Datos
Históricos
En
la calle Carchenilla, hoy de Jesús Nazareno, del barrio cordobés de
San Lorenzo se documenta la existencia, anterior a 1490, del hospital
de San Bartolomé, establecimiento asistencial con seis camas para
pobres enfermos. El pequeño hospital y su ermita son propiedad de
una antigua hermandad que en 1579 se convierte en cofradía de
penitencia sin por ello abandonar su primitivo carisma asistencial,
como lo prueban el mantenimiento del antiguo hospital o iniciativas
como la creación de Padre Cristobal con niñosun refugio de pobres
en 1629, para dar adecuado cobijo a los menesterosos, o el socorro a
los más necesitados en la dramática carestía de 1737 y 1738. Hito
el más importante de esta vertiente asistencial es el ingreso en la
cofradía del padre Cristóbal de Santa Catalina el 11 de febrero de
1673, y la inmediata fundación de la congregación hospitalaria que
hoy mantiene su espíritu de entrega a la pública utilidad.
En
la fecha histórica del 21 de marzo de 1579 el obispo fray Martín de
Córdoba y Mendoza aprobaba la Regla de los cofrades de Jesús
Nazareno y del glorioso apóstol san Bartolomé, quedando así
fundada la primera cofradía que en la diócesis cordobesa instauraba
las nuevas formas penitenciales de las primeras horas del Viernes
Santo, descritas en el capítulo VII de las citadas reglas: “Ante
todas cosas saldrá el pendón de damasco blanco que de nuestras
limosnas se hizo con las cruzes rojas y luego dos dozenas de cirios
encendidos a dozena por libra y no los lleuarán con túnicas los
cofrades, si no ay cantidad para ello, enpero combidados y
particulares de capa negra, luego atrás destos un guion negro con el
título de Jhs nazareno con letras de oro y junto a este guion yrá
nuestro maestro y redemptor jhuxpo en sus andas con la cruz en los
hombros, así como yua por la calle del amargura, y luego siguiéndole
yrán todos nuestros hermanos con sus cruzes a cuestas con humildad y
gran silencio, entre los quales en medio el coro lleuarán al
discípulo amado S. Juan y al cabo a la soberana Virgen Nuestra
Señora con algunos clérigos que en tono bajo vayan diziendo algunos
salmos y letanías”.
Un
rápido proceso de aristocratización culminaría en pocas décadas
con la exigencia del privilegio de hidalguía para los hermanos de la
ilustre corporación nazarena, integrada exclusivamente por los
estamentos privilegiados de la sociedad cordobesa; de ahí el
sobrenombre entrañable del Nazareno cordobés: el Señor de los
señores. Mas, frente al clasismo cofrade, también en rápido
proceso la intensa devoción del pueblo, que en masa visita los
viernes a Jesús y en masa lo acompaña en los actos de culto, tan
multitudinario alguno como la memorable procesión de 1650, en
rogativas por la salud en la terrible epidemia de peste. Cada Viernes
Santo, junto a la acostumbrada presencia de autoridades, clero
parroquial y algunas comunidades religiosas, rondaban las trescientas
las hachas de cera proporcionadas por los hermanos a los populares
hacheros, devotos cordobeses que, con túnicas moradas, alumbraban
los pasos de la cofradía. Y, en consonancia, numerosísimo el
concurso de pueblo fiel que acude a contemplar la penitencia cofrade
en torno al Nazareno, a pesar de la incomodidad horaria de una
procesión que fue adelantando su salida hasta las 2 de la madrugada
en el siglo XVIII. Dato significativo, en 1791, en su penúltima
salida tras más de dos siglos de comparecencia continuada en las
calles cordobesas, la cofradía paga a “seis Alguaciles Ordinarios
que asistieron en dicha cofradía para hechar fuera los muchos
muchachos que concurren a coger cera”.
Dificultades
impuestas por las directrices ilustradas de las autoridades civiles y
eclesiásticas, junto a las derivadas de la peculiar idiosincrasia de
la corporación, acabaron privando a Córdoba de aquel cortejo
suntuoso que a lo largo del siglo XVII fue enriqueciéndose con
nuevos elementos, algunos afortunadamente conservados en buena parte
de las localidades del entorno geográfico cordobés. Además de la
principal insignia cofrade, el estandarte morado con la efigie de
Jesús,Estandarte de Jesús aparecen nuevos atributos, como la
tablilla con el título de la condenación o el pendoncillo con las
águilas y siglas imperiales, denotativos de la teatralidad barroca,
asimismo patente en los sones de la trompeta que anuncia a la
cofradía, en la representación del Cirineo por un cofrade tras el
Nazareno, a quien escoltan los armados, sustituidos por militares en
el XVIII, o en las sucesivamente incorporadas imágenes de la
Magdalena y la Verónica, que en sus parihuelas caminan ante San Juan
siguiendo al Maestro. Él y su Madre Dolorosa son los protagonistas
devocionales, con sus efigies más de un centenar de cirios, las
prestigiosas capillas de música entonando el Miserere y el Stabat
Mater, o los dos incensarios y los morados palios de respeto portados
por clérigos.
Tallada
según los ideales estéticos de Pedro de Mena, la imagen primorosa
de la Virgen del Pilar, Virgen del Pilarobjeto de solemne fiesta y
novena anuales desde finales del siglo XVII, venía a incrementar el
patrimonio cofrade, objeto de renovaciones tan importantes como la
hermosa escultura de San Juan, datada en 1626, o la nueva efigie de
Nuestra Señora de la Soledad, que en sus flamantes andas impactaba
en 1698 a la Córdoba cofrade con su mayestático patetismo, tan
propio del arte de José de Mora. Clausuraba la centuria la
espléndida donación de las andas de plata de Nuestro Padre Jesús,
obra de Alonso Pérez de Tapia. Ochenta años más tarde eran donadas
las de la Virgen de la Soledad, magistralmente labradas por el
platero Cristóbal Sánchez Soto, autor también del ostentoso
conjunto de sagrario y manifestador de las grandes festividades.
También del siglo XVIII, las exquisitas indumentarias procesionales
bordadas en oro que aún se conservan. De 1773, la singular túnica
francesa, de la casa Recamiers y Compañía, para el Señor.Salla
Antigua del Señor Para la Virgen bordaba en 1780 Buenaventura Oller
en Barcelona riquísimos manto y saya, y anónimos túnica y manto de
similar riqueza estrenaba posteriormente la imagen de San Juan.
Inmersa
la cofradía en la profunda crisis que afectó a la Semana Santa de
Córdoba durante la primera mitad del siglo XIX, inicia en 1850 su
reorganización, y aquel mismo año se incorpora con la imagen del
Nazareno en la recién creada procesión oficial del Santo Entierro,
con la que vuelve a la vida la Semana Santa de la capital cordobesa,
ajena a su tradición y obediente al lamentable reglamento decretado
en 1820 por el obispo Trevilla. Abandera la cofradía el lento
proceso de ruptura con las arbitrarias imposiciones episcopales en el
histórico amanecer del Viernes Santo de 1858, testigo de la salida
de la procesión de Jesús según la tradición secular, apenas
modificada por innovaciones como la reducción de estaciones, sólo
en la parroquia del Salvador y en la catedral, o la presencia tras la
Virgen de una escolta militar con banda de música. La suspensión de
la salida en 1862 y la reintegración del cortejo penitente en la
procesión oficial del siguiente año ponían fin al encomiable
esfuerzo de los hermanos de Jesús por devolver a la ciudad sus
genuinas tradiciones procesionales, esfuerzo efímero hecho posible
gracias a la regia aprobación de Isabel II de los nuevos estatutos
cofrades en 1857.
Con
ilusión renovada prescribían los estatutos el quinario al
NazarenoNazareno, culminado, con la habitual asistencia del prelado
diocesano, en la festividad del Dulce Nombre de Jesús, o el nuevo
hábito cofrade, con morada túnica de cola, que no llegó a
realizarse. Ilusiones materializadas en realizaciones tan notables
como la cruz de plata de Jesús, obra de Francisco Parias en 1860, o
la magna remodelación que, dirigida por el arquitecto municipal,
Amadeo Rodríguez, dio básicamente a la iglesia de Jesús Nazareno
su actual aspecto, siguiendo el gusto ecléctico de la época e
integrando obras artísticas tan valiosas como los frescos de San
Dimas y Santa Elena y el espléndido lienzo de la Coronación de la
Virgen, obras de Antonio del Castillo en el seiscientos, o los
dorados retablos colaterales con la Virgen del Pilar y San Bartolomé,
atribuidos a Teodosio Sánchez de Rueda y donados a comienzos del
XVIII, como la gran lámpara de plata que ahora luce ante el
presbiterio. Mas los decimonónicos estatutos no sólo recogían,
entusiastas, la venerable tradición, sino también las viejas
condiciones de elitismo social que finalmente provocarían en 1911 la
extinción de la cofradía y la entrega en depósito de sus bienes a
las religiosas de Jesús Nazareno.
Dos
reorganizaciones devolverían al Nazareno a la pública veneración
de su ciudad en el siglo XX, ambas en años de revitalización
cofrade cordobesa. En 1938 un grupo de fieles integran la llamada
Cofradía del Silencio, o de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra
Señora de la Amargura y San Juan Evangelista, proponiéndose
acompañar cada noche de Jueves Santo a sus imágenes titulares
revestidos con negra túnica de cola ceñida con cinturón de
esparto, aunque sólo dos años logran procesionar la bendita imagen
de Jesús, con cánones distintos a los usos tradicionales de su
antigua cofradía. Causas no bien conocidas sumen de nuevo a la
corporación nazarena en la inactividad, y vuelven a dejar en manos
de las hijas del padre Cristóbal el viejo legado devocional,
fielmente actualizado año a año, excepto en lo tocante a la pública
penitencia de Semana Santa. Muestra del fervor continuado, las obras
que en la década de los 60 ennoblecieron la iglesia de Jesús,
reestructurando el camarín del Amo del hospital y su retablo, obra
de fines del XVIII, por iniciativa de la superiora general, la madre
Teresa del Niño Jesús. Fueron entonces puestos en valor el suntuoso
manifestador de plata, convertido en sagrario, y la hermosa peana
procesional de la Virgen de la Soledad, desde esos días trono
permanente del Nazareno de Córdoba. Como premoción de su vuelta a
las calles de su ciudad, en la casa hospitalaria de Montellano se
ultimaba el bordado de la nueva túnica, siguiendo con innegable
acierto el diseño de la dieciochesca.
La
segunda reorganización del pasado siglo daba sus primeros pasos en
1971, y sin interrupción llega, afortunadamente, hasta nosotros.
Fruto primero de la nueva etapa cofrade, junto a la imagen devotísima
de Jesús, casi sin duda la única venerada por los hermanos desde
sus orígenes, la imagen sublime que desde ahora será titular, María
Santísima NazarenaNazarena, obra anónima de origen napolitano
donada a las hermanas hospitalarias hacia finales del XVIII, y que
antaño acompañó procesionalmente a Jesús del Calvario desde San
Lorenzo, enlutada con la suntuosa indumentaria bordada en Cabra por
María de los Dolores Velasco y Malverín en 1862. En 1977 sería
coronada con la regia presea cincelada por Alfonso Luque según
diseño de los hermanos Valverde.
Herencia
de la anterior etapa cofrade, aún viva en el recuerdo de los
mayores, la ausencia de bandas musicales en la procesión y el negro
del hábito nazareno, que ahora adopta las formas del usado por las
religiosas: además del cubrerrostro con capirote, túnica y
escapulario, cíngulo franciscano y, al pecho, el anagrama de Jesús
en plata. Fruto de meses de trabajo entusiasta, el Martes Santo de
1972 sale Jesús. La Nazarena, tres años más tarde. Junto a
antiguos enseres como el estandarte o las piezas de plata de las
andas del Señor que ornamentan la cruz de guía, en aquellos
primeros años se incorporan al cortejo penitencial la bandera morada
con el anagrama de Jesús y las insignias de la Virgen, con bordados
de la hermana Martina, o los nuevos incensarios y varas.
El
enriquecimiento patrimonial es intenso en la década de los 80. Las
hermanas hospitalarias encargan el nuevo retablo de María Nazarena,
y la cofradía acomete la costosa obra de ampliación de la puerta
del templo para permitir la salida de los pasos. Se estrenan el
singular palio de la Virgen y los ciriales, y se reincorporan
elementos tradicionales como el palio de respeto tras el Nazareno y
el pendón blanco con las cruces de Jerusalén. En lo artístico, el
buen hacer del hermano Andrés Valverde Luján es determinante en la
consecución de la actual estética de la cofradía, tan
caracterizada por la combinación de la plata con la madera de caoba,
tallada en su prestigioso taller, del que es obra cumbre el aún
inconcluso paso del Nazareno, estrenado en 1998.
Imágenes
Nuestro
Padre Jesús Nazareno:
El
Señor es una obra anónima de finales del Siglo XVI o XVII,
restaurada por Andrés Valverde, Juan Reyes y Enrique Hinojosa en
1978.
María
Santísima Nazarena:
La
Virgen es anónima del Siglo XVII y la de San Juan es también
anónima del Siglo XVII.
Pasos
Procesionales
El
paso de misterio, es de estilo Neorrococó y está iluminado,
provisionalmente, por cuatro hachones. Tiene diseño, de Andrés
Valverde Luján, y talla, en caoba de Brasil, de Andrés Valverde
Luján y Manuel Valverde Serrano; la carpintería es del taller de
Andrés Valverde. La peana, en plata, es de Cristóbal Sánchez Soto
(1780).
El
diseño y la talla, en madera de caoba, son de Andrés Valverde Luján
y la orfebrería de Alfonso Luque Morales, con candelería de 72
piezas. Los candelabros de cola, en bronce fundido y alpaca plateada,
son de Angulo (1975). El palio (1986) es de terciopelo negro,
combinándose en las bambalinas el marfil, la orfebrería y el
bordado en oro de Paquita Aguayo y Antonio del Pozo.
Hábito
Procesional
Todo
de negro, con escapulario y cíngulo franciscano.
Estación
de Penitencia: Jueves Santo
Enlace:
http://www.nazarenocordoba.com/
Su
Templo
Iglesia
Hospital de Jesús Nazareno
En
este hospital fundado durante la Baja Edad Media, tuvo su origen la
Congregación de Hermanas hospitalarias, nacida en el siglo XVII
gracias al impulso del Padre Cristóbal de Santa Catalina. La iglesia
ha sufrido importantes reformas acometidas durante la segunda mitad
del siglo XIX y el XX. Se conservan dos obras atribuidas al pintor de
la escuelas barroca Sevillana Valdés Leal y un lienzo del artista
cordobés Antonio del Castillo. También podemos encontrar dos tallas
de importante factura: Nuestro Padre Jesús Nazareno, talla anónima
del siglo XVII y María Santísima Nazarena, del siglo XVIII.
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